Ando...



en blanca persecusión
por las paredes
de mi intelectualidad oxidada;

un recinto lleno de miradas ásperas,
un cubículo bajo la almohada,
un señuelo de cartón
masticado
por visitantes nocturnos detenidos
-equilibristas-
en el trampolín de mis pestañas,
un conjunto de idioteces juntas
-aplastadas, pegoteadas, redundantes-

ando
con la boca quebrada y ceniza,
con los dedos torturados de frío,
con los sabores del viento
añejados en el colchón amarillo y húmedo

y vos.

siempre vos,
con tu discurso ausente
de horas pasadas,
renegando con mi paciencia,
aquietándole el vestido a mi constancia.

vos.

y yo.

qué ganas de irme yéndote
y colgar de la cima del vacío
balanceándome como un péndulo,
dejándole el resto al olvido,
todo de una buena vez.

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