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Mostrando entradas de 2013

Confine...

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Necesito otro idioma para decir tu nombre,  una lengua susurrante y rígida,  tan lejos de tus frías manos,  una lengua que es frontera, que me limita. Necesito millones de pasos para andarte cerca,  escaleras para trepar tus muros,  cruzar todas tus barreras,  saltar todos tus alambrados,  altos, sostenidos, ciertos... Necesito tu voz dándome peso,  tus ojos invitándome al abismo,  un pasaporte para entrar en tu alma,  un permiso para quedarme residente... Otra lengua que me atraviese y me llene de vos. 
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Que dolor el de la polilla  que se enamoró del sol...

Cecità.

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Tantas ganas de verte... tantos besos cautivos, manos que no tocarán tus manos, ojos que se cerrarán oscuros, voces que ya no son ni eco. Tantas ganas de verte, risas que se archivan difusas, pasos estáticos sin camino, lágrimas secas en la almohada. Tantas ganas de verte y vos tan lejos, casi al alcance de la mano, y vos tan frío, mudo ante mis súplicas, y vos tan cruel, viendo cómo me desarmo y sin hacer nada.

Hondo

Calado hasta el hueso, doliente. Profundo, bocanada de aire espeso, sin pausa sin ritmo. Bien hondo, adentro, donde las voces son ecos de voces que no son nada, donde el susurro se duerme de tanto hartazgo, donde tus ojos se entierran y no se van. Hondo, clavado y punzante, para que recuerde que no sos mío, para llorarte los besos, para hundirme y no poder respirar.

Lego.

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Frente a mil engaños mis ojos dicen basta.  Leen letras escondidas en letras apresuradas,  saben de voces oscuras y secretas,  conocen profundidades abismales y dulces nieblas.  No creas que mi mirada se nubla ante tus pasos,  ni sientas que sos el rey del alfabeto...  todo lo que digas ya lo conocen mis ojos,  aunque hipnotices mis oídos,  pueden ver dónde vos creés esconder las mentiras,  encuentran trampas ocultas como tesoros,  desconfían de todos tus santos.

Status...

Había una vez una mujer que soñaba casas de jengibre con jardines de fresias y hogares a leña, algún duraznero dorado, y jilgueros inquietos. Tenía pequeñas manos con pequeños dedos, y desovillaba nubes en forma de conejos, golondrinas, mariposas, ventanas y balcones. Iba con sueños de transeúnte, paseandera de caminos, sorteando piedras, con caricias de río y luna, y soñaba con soles circundantes y brisas tenues… Hubo una vez una mujer bajo el oscuro sopor de la noche, contando estrellas y satélites, abrazada por un silencio y un murmullo, con ganas de luminiscencia y arco iris. Hay una mujer que aún mira por la ventanilla de los trenes, y se cuenta historias de zapatos y valijas, se balancea entre montañas blancas y verdes campos, busca aún nubes con forma de conejos, no pisa las líneas de las baldosas, extraña las olas… espera, oye a su corazón de vez en cuando, escucha como resuenan esos pasos que no llegan, y se dibuja un jardín amarillo qu