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Había una vez una mujer

que soñaba casas de jengibre con jardines de fresias y hogares a leña,

algún duraznero dorado, y jilgueros inquietos.

Tenía pequeñas manos con pequeños dedos,

y desovillaba nubes en forma de conejos, golondrinas, mariposas,

ventanas y balcones.

Iba con sueños de transeúnte, paseandera de caminos,

sorteando piedras, con caricias de río y luna,

y soñaba con soles circundantes y brisas tenues…

Hubo una vez una mujer bajo el oscuro sopor de la noche,

contando estrellas y satélites, abrazada por un silencio y un murmullo,

con ganas de luminiscencia y arco iris.

Hay una mujer que aún mira por la ventanilla de los trenes,

y se cuenta historias de zapatos y valijas,

se balancea entre montañas blancas y verdes campos,

busca aún nubes con forma de conejos,

no pisa las líneas de las baldosas, extraña las olas…

espera,

oye a su corazón de vez en cuando,

escucha como resuenan esos pasos que no llegan,

y se dibuja un jardín amarillo que será primavera,

cuando haya una vez….

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