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Mostrando entradas de 2009

Balanceándose.

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...y en el borde de las necesidades tu sonrisa inclinada hacia el abismo y mis ganas de besos e idioteces jugando a la equilibrista, libriana, pesando, eligiendo, soltándole la rienda a los que se fueron hace rato, con los ojos puestos en el horizonte viendo como llega lo que espero.

Prazel.

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Abismada, más allá del borde, detrás del frío, sin lunas ni soles, sin espacios en blanco, encerrada en la última gota de lluvia saciadora de sueños, en busca de horizontes cuajados de versos; sin tu boca diciendo mi nombre, sin tus manos marcando mi cuerpo; austera y sola, sin voz, sin vos, sin alma.

Sonata de gerundios.

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Absurdamente, acortando rutas para callar los silencios, destruyendo horizontes para no ver la nada, silbándole al viento que me acerque tus ojos, con besos de sal y lengua de espuma. Las ansias de ser una gota entre tus manos, diluída, chorreante, fresca, húmeda. Un eco ausente rimando a la deriva, el compás lejano de tus noches. Oírte. Oírte al fin susurrándome el tiempo entre los dedos, colmando mis ganas con tus ganas, espiando el útlimo rincón de mi coherencia. Oírte, para que tu voz sea savia entre mis labios, tu voz etérea buscando un cuerpo, tu voz que me atraviesa y me recorre.

Emedecu de havanas.

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Ciudad ajena tan mía, del otro lado de la puerta, te ve mi mirada sucia y espejada, sonidos de Silvio con guitarra, una luz parpadeando en tu frente, una ausencia que me quema las ganas. Ciudad sin luna, con labios fríos y ruido de llaves, pasos golpeados por miles, colores grises de historia y almas. Y no sos París, pero son tan Rayuela, y no sos la Cuba, pero sos tan Guevara, y sos tanto tango ruin, y tan cosmopolita, y tan llena de mí y tan ajena. Ciudad del otro lado del vidrio, sin sombras, sin caricias, mientras te miro te me clavás en el alma, y me dejás tan sola: un lugar común, en algún café, viendo como pasan tus horas, sin un audaz que mire conmigo.

Minúscula.

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"pequeña allí donde quisiera estar, enrisotada, atravesunda, donde no quedan más realidades que las que me invento"

Aproximaciones a “Condensación” de Leonardo Vercelli. * (Romina Tovar)

“El hombre de ayer ha muerto en el de hoy, el de hoy muere en el de mañana” E apud Delphos . Plutarco. Sin lugar a dudas, una de las problemáticas mejor expuestas en el cuento del escritor argentino Leonardo Vercelli, es la de la construcción de la obra en términos de espacio y tiempo. “ Condensación ”, ya desde su título, delimita la brevedad del relato y la intencionalidad del autor, de plasmar en un cúmulo de palabras, un conjunto infinito de ideas. No escapa a la puntualidad de su significado, por lo que “ Condensación ” es pues, eso, una condensación: un resumen de hechos enumerados y continuos, hechos considerados trágicos y/o fundamentales para la humanidad y el devenir histórico, que ambiguamente se construye frente a la mirada del lector, como un todo atemporal en términos de recepción, y quieto, en términos de lectura. A la vista, el cuento no posee espacios, sino una cadena de oraciones de pocas palabras, casi interruptas. No hay necesidad de decir a pedazos, ni fragmentos,

Baires.

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Nada más triste que la oscuridad de la mirada, nada más solitario que el gentío haciendo eco. Rejas. Ciudad deforme y nebulosa. A puerta cerrada se tejen secretos. Nadie más mira, nadie más dice. Escucho en el tumulto pasos octavianos, que resuenan en otros pasos que no son los míos. Alguien como yo anda por ahí robándole espacio al tiempo.

Ando...

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en blanca persecusión por las paredes de mi intelectualidad oxidada; un recinto lleno de miradas ásperas, un cubículo bajo la almohada, un señuelo de cartón masticado por visitantes nocturnos detenidos -equilibristas- en el trampolín de mis pestañas, un conjunto de idioteces juntas -aplastadas, pegoteadas, redundantes- ando con la boca quebrada y ceniza, con los dedos torturados de frío, con los sabores del viento añejados en el colchón amarillo y húmedo y vos. siempre vos, con tu discurso ausente de horas pasadas, renegando con mi paciencia, aquietándole el vestido a mi constancia. vos. y yo. qué ganas de irme yéndote y colgar de la cima del vacío balanceándome como un péndulo, dejándole el resto al olvido, todo de una buena vez.

Ente.

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No tengo dónde amontonar los deseos. Soy un pedazo de algo que ya no existe, como el resto de luz en la caída de una estrella, desvaneciéndome, transparentándome. Ahí donde nadie me mira me guardo la boca para proteger tus besos, me guardo la lucidez para no perderte el rastro, y entro sumisa a un bosque húmedo y espeso, rodeada de marchitas sombras, enjaulada en agua sucia, arañando los restos de paciencia, mutilando mis posibilidades. No tengo más que el deseo de tenerte, y éste está arrumbado en un rincón junto a tantos otros, que me perforan la piel con tu nombre y me apretan hasta las venas.

De los veintinueve cantares del viento.

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En blanca lluvia de ojos y bocas, amapolas que vuelan, pesadas, digo, no lirios, amapolas, digo amapolas en caminos arrebolados y compadritos, con crispadas manos de fabricantes, digo amapolas, no digo más nada, amapolas. Tu voz de plateado yunque y esmaltado olivo, tu voz alada, golondrina, creciente, en miles de nombres donde encallaste tu nombre y te lloran los sabandijos, los luciérnagos, los tuyos. Digo amapolas y así quiero que sea, en blanco enrojado sendero, azul de luz, tan tibio. Te lloran los quedantes, los pebetos, lagartijos, muchachos, orugas, en blanca lluvia de ojos y bocas que repiten asonantes tus latidos, te extrañan los pelandrufos, compinches, atorrantes, tus quereres... amapolas, amapolas digo y dos monedas para el barquero, mientras el viento canta y te lleva, te lleva. (A Patricio Videla 2/10/79 - 26/06/09)

Sol...

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Un ser etéreo viviendo la vida de un algo, sometido a prisiones de cuerpos y mentes, un ser que se eleva entre signos de pregunta y malabaristas, abanico de sombras sus pestañas sacuden la nada, evaporan la aurora. Delante, el deseo furtivo de conseguirse alas, y otra vez vaciar los rincones de todas las absurdas oscuridades del mundo... Con ojos de alondra y un puñado de lápices, se amengua paciente, se acurruca en un colchón de hojas, esperando la brisa que la libere, y dar el salto, para ser, tan solo ser, mariposa. (¡Feliz Cumple Sole I.!)

Árida.

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Hoy mis ojos sólo tienen una imagen, tu voz me inunda, todo mi ser, todo mi yo, se ahoga en tinta espesa queriendo decir. Nada me abruma tanto como tu ausencia, me agiganta las pupilas, me sujeta la lengua... voy pisando tierra seca mientras me alejo de vos.

Tvoje besede.

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Atesoro tus palabras en un papel aceitoso, añejadas, desteñidas, diluyéndose en el tiempo, casi blancas, transparentes, aun perseverantes. Me miran y se ríen con tu misma risa bufa, sobre astistas y ministros, sobre Nietzche, sobre el tiempo. Me hablan de vos mismo, de tus musas y tus sueños. me dicen sobre nadas, sobre todos, sobre seres. Tus palabras casi mías con mayúscula, subrayadas, nómadas con flechas, apiladas en subtítulos. Tus palabras retorciéndose en el fondo de un bolsillo. Donde nadie las mira yo las cuido, para que me traigan tu voz a mis ojos, para que me susurren tus pupilas al oído.

Vahelise.

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Inundada de agua espesa y oscura, en todas las cavidades, esperando germinar, siendo un conjunto de palabras que aun no existen. Fantasmas de humo gris y nauseabundo recorriendo todos los rincones, ríos de llanto, parcos, desquicio crónico. Pintándote el recuerdo con letras jamás inventadas dispuestas a mancharte el borde de la boca con pedazos de mi.

Plesalka.

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Incertidumbre, un vaivén, un vagón, desasosiego... millones de ojos enfrentando a sus ojos, millones de voces usurpando su boca, y en el medio de los giros, y en las aristas del deseo, una bailarina en pose de caja musical... (tules detenidos, aire contenido, próxima a danzar). Un vagón, un vaivén, incertidumbre... y los miedos punzando en las costillas, y las luces extinguiéndose más cerca, y los brazos frágiles, firmes en arco y las puntas de los dedos entumecidas... (venas congeladas, risa sostenida, próxima a estallar). Si finalmente no es más que un castillo de naipes erguido frente al viento, eternamente recomenzando, burla atroz del péndulo, en el vaivén del vagón del desasosiego.

Acorpos.

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Un infinito de estrellas llorando y tu cuerpo en mi cuerpo aplastando mi cuerpo, contra la nada. (una vieja herida arraigada) Tu cuerpo... y toda mi piel escamándose, desde que tus ojos no me tocan desde que no me respiran tus ganas, me vas consumiendo mi tiempo, mi razón y mi espacio: todo tu cuerpo impregnado en mi cuerpo hasta el hartazgo. Y ahora tu cuerpo, en otro cuerpo, ahora, dejándome al descubierto, roída y amontonada.

Cachivaches.

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Objetos, libros, marionetas, siempres; un baúl encerrado en un ropero de escobas; velas, horas, fanales, discos en falsete, un vestido arropado y desteñido. El vapor de un caldero oxidado a destiempo, un sin fin de mariposas nocturnas, una sombra con nombre y con alas, una luciérnaga asfixiada en un frasco. Y los ojos buscando un minúsculo acierto, entre el polvo, el dolor y la ausencia, un maullido, un sentir, un latido, y una voz, que revolotea sin saber dónde. Cosas amontonadas y heridas de tanta memoria y constancia, de la no muerte, del despojo, abandonadas en una fiesta de neuronas. Cosas arrebujadas y roídas, que quieren partir a ser viento, a ser aire.

Cativa.

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Vivo en una caja oscura. Sé que en mí hay destellos, chispas que queman la piel y quieren salir, y aún no encuentro el modo para dejarme ser sin miedo a ser. Vivo en una caja de laterales húmedos, mojados de tantas ganas y de tanta tinta. Busco, pero no encuentro una grieta áspera y rocosa que me aleje de tu boca. Siempre danzando etérea ante tus ojos, sin poder ser sin tu mirada construyéndome un delirio.

Ingrafía.

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Mi pequeña letra volcándose ante tus ojos, casi como un hilo de tinta chorreándose inerte acurrucada, esperando tus dedos impaciente-s-. Mi pequeña letra y yo desquiciadas de tantas ganas de verte, de tantas ganas de ser atravesadas por tu irónica sonrisa. Mi pequeña letra escurriéndose entre tus manos, no puede ser, no llega a ser canción, poema, oda, lamento, nada, sin tu lengua dibujándome el contorno del papel en blanco, sin tu lengua inventándome un terreno.

Soy...

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No puedo enterrarme con todo lo que late en mí, para complacer los abismos de tantos otros... soy esa cosa chiquita con boca de sueños y un puñado de crayones para mamarrachear al mundo. Soy y voy pintándole muecas a los espejos, rompiendo los cristales que me amenazan la incoherencia. Soy lo que le molesta al viento cuando se desquicia. No mido más que la distancia de tus ojos sobre mí. Soy redonda y acurrucada, con la nariz pegada a las hojas cuando te escribo... -un racimo de pupilas violetas desangrándose por dentro.- Y ahí voy otra vez, inquieta y desprolija, a hacerle garabatos a tus ganas.